domingo, 5 de abril de 2015

El reloj de ayer

No era un reloj cualquiera
era un tanto despistado
de tal guisado lo era
que en mi cuarto quedó encerrado.

Era tanta su perdedura
que no llevaba ni bien la hora
contento vivía su locura
al pasado cantando una oda.

Las tres, son las dos, ¡no! las cuatro
le dije como si en el teatro
nos hubieramos perdido
una entrada, una pausa o un entreacto.

Un dia ya él se puso triste
y yo fui y le pregunté
¿porqué eran las ocho y veinte
y no las diez y diez?

Me dijo, te echaba de menos,
quería volverte a ver
quizás le pusieras en hora
al volver tu muñeca a prender.

Entendí qué es lo que sentía
y le dejé entonces marchar
solo espero que algún dia
vuelva él; y tú de la mano detrás.



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