domingo, 27 de diciembre de 2009

Viaje al sur


El cabo quedo suelto y el marinero que quedaba allí a lo lejos lo recogió.

La barca poco a poco se fue separando del muelle y el pedazo de agua que la alejaba de allí se fue haciendo enorme hasta que la tierra desapareció de mi vista.

El viento soplaba golpeándome la cara con su tenue mano a la vez que hinchaba la vela como si quisiera desgarrarla, la espumosa mar besaba los costados de mi diminuto bote.

El cielo parecía estar a un palmo de mi cara y alcé mis dedos para sentir su suave tacto.

El resplandeciente sol iluminaba la inmensidad del océano jugando con la sombra que proyectaba el mástil en su superficie.

“Podía ir a donde quisiera, nada estaba demasiado lejos, nada era inalcanzable”

Una primigenia alegría emergió de mi abdomen llenando en un segundo todo mi cuerpo de una energía vital señalada por un brutal escalofrío que hice desembocar en un vigoroso alarido de libertad.

“quizás fuera al sur”

------------fin-----------

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Embarcaciones urbanas


De noche, en penumbra, viajaban sin dirección ni rumbo real por un lago Estigia convertido en ciudad para los mortales, una Venecia de asfalto, para todos aquellos que vivos estaban muertos para los que buscaban sobrevivir a un día mas, también.

Aquellos particulares Carontes de rostros mil evitaban el trámite de la moneda en la boca y daban facilidades como bonos de viajes o gratuidad a los ancianos, pues para ellos era un reto conseguir desgastadas almas que se quedaran desfallecidas en los asientos de su moderna canoa. Al final del día, si es que para ellos existía descanso en su ejercicio, contrastaban cifras y jactabanse de sus presas.

“Repleto de almas de hombres y mujeres mi baúl está”

De pie, entre efímeros transeuntes, observé.
Sus caras me contaron sus historias, sus rostros matizaron mi imaginación, que incauta viajó por cada una de aquellas vidas resumidas en retratos colgados de cuerpos que bailaban sin querer o poder evitarlo al son de aquellos navíos rojos que surcaban repetitivamente las mismas calles.
Desgarradoras contradicciones entraron sin cederse el paso en mi corazón contagiándome a la vez de derrotador cansancio y energía arrolladora. Sentí gozo y tristeza, risa y llanto, lujuria y recato, pasión y frialdad, agitación y paz simultanea y atrozmente y a punto estuve de perder la cordura. Rumbos diferentes en una misma dirección. Vida y muerte en asientos adyacentes.

No lo aguanté, bajé en la siguiente parada figurándome una ligera frustración en el conductor. El resto del camino hasta casa lo haría a pie, por la orilla.