sábado, 13 de octubre de 2018

Paseo hacia el olvido

Cuando cerró las cortinas no percibió ningún cambio. Hacía horas que la oscuridad plagaba la habitación y lo hizo como un gesto inconsciente, quizás buscando una sensación mayor de aislamiento.

Había estado paseando toda la tarde por la ciudad rebosante de gente pues al parecer había algún festejo. Sonaba música desde todas partes gracias a un montón de altavoces que había por doquiera que fuese y el bullicio de la gente era como un oleaje de decibelios que variaba dependiendo de lo que se atreviese a sumergirse en el gentío.

Bordeó siempre que pudo aquellas masas multiformes hasta llegar a una especie de claro en aquel bosque humano, observó hasta hacerse invisible, respiró profundamente.

No le encontraba sentido a nada, no le servían todos los argumentos en pro de un significado, de un propósito. Un grupo cercano estalló en carcajadas de repente y él comenzó a alejarse como si un resorte le impulsara.

No quería engañarse; no podía engañarse, lo había intentado. Mirar a otro lado, centrar la atención y energía de su pensamiento en banalidades; pero siempre terminaba encontrándose a sí mismo diciéndose ”¿Qué haces?¿Qué pretendes?"

El autoengaño no era posible.
Ahora en la habitación, tumbado en la cama volvía sobre sus pasos esperando estar equivocado, sabía que no sería así.
Cerró los ojos y recordó por enésima vez lo único que le permitía conciliar el sueño. Aquel tacto, ese olor... cada vez le costaba rememorar más; lo había decidido, el día que no fuera capaz de emular lo más mínimo de aquel recuerdo acabaría con todo.
Durmió.