lunes, 12 de agosto de 2013

Descanso

Todo el café con sal no provoca el vómito de esta negrura, de este fango, esta ciénaga que se arrastra dentro de mi. Se aferra a mi con raíces oscuras como la médula del diablo que se contorsionan haciendo presa a todo bajo mi piel. No hay respuestas, esperanzas o finales que aun siendo fatales den por zanjado el asunto, y eso, el ver que el comienzo está ya tan lejos y que el final no se asoma, es lo que hace de cada dentellada la más insufrible de todas antes de que llegue la siguiente, que no tarda nunca demasiado.

No hay lágrimas, no hay sudor, es un dolor silencioso, no expuesto, se grita en el abdomen y se llora con los dientes, se pide clemencia con los ojos cerrados, crispados los parpados de tensión.

Camino una eternidad con los pies sangrantes pero inconsciente de todo lo demás que no es la lenta tumba que llevo dentro, el resto no pesa, no mata tan mal, no distrae lo suficiente y atormenta sin estilo, sin guión.

Pero dentro de mi no, la organizada opacidad en el vientre me llena y golpea escrupulosamente a jornada completa y sin descanso, insaciable del producto que crea, mi dolor, no se permite no ser eficiente para su propia causa.

No hay fin, los pies que ya son solo grietas de sangre caminan y el rojo horizonte siempre va por delante; maldito, se escapa, como el descanso que deja la muerte.