martes, 13 de noviembre de 2018

Ahora entiendo

Ahora que voy llegando
a los años de aquel maestro
por mí tan admirado
captor de mi respeto.

Ahora que ya me hago
preguntas que ni yo entiendo
que puedo tener memorias
de algunos lejanos momentos.

Ahora que algún hueso duele,
que algunos golpes no hieren.
Ahora que sólo delante
con suerte dos tercios queden.

Entiendo que nadie sabía
de niño lo que afirmaba
que estaban todos perdidos
igual que el resto de gente

sábado, 13 de octubre de 2018

Paseo hacia el olvido

Cuando cerró las cortinas no percibió ningún cambio. Hacía horas que la oscuridad plagaba la habitación y lo hizo como un gesto inconsciente, quizás buscando una sensación mayor de aislamiento.

Había estado paseando toda la tarde por la ciudad rebosante de gente pues al parecer había algún festejo. Sonaba música desde todas partes gracias a un montón de altavoces que había por doquiera que fuese y el bullicio de la gente era como un oleaje de decibelios que variaba dependiendo de lo que se atreviese a sumergirse en el gentío.

Bordeó siempre que pudo aquellas masas multiformes hasta llegar a una especie de claro en aquel bosque humano, observó hasta hacerse invisible, respiró profundamente.

No le encontraba sentido a nada, no le servían todos los argumentos en pro de un significado, de un propósito. Un grupo cercano estalló en carcajadas de repente y él comenzó a alejarse como si un resorte le impulsara.

No quería engañarse; no podía engañarse, lo había intentado. Mirar a otro lado, centrar la atención y energía de su pensamiento en banalidades; pero siempre terminaba encontrándose a sí mismo diciéndose ”¿Qué haces?¿Qué pretendes?"

El autoengaño no era posible.
Ahora en la habitación, tumbado en la cama volvía sobre sus pasos esperando estar equivocado, sabía que no sería así.
Cerró los ojos y recordó por enésima vez lo único que le permitía conciliar el sueño. Aquel tacto, ese olor... cada vez le costaba rememorar más; lo había decidido, el día que no fuera capaz de emular lo más mínimo de aquel recuerdo acabaría con todo.
Durmió.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Otro día más

Bajó la intensidad de la pantalla del teléfono al mínimo, como si se hubiera acordado de repente.
Ya llevaba tumbado un rato en la cama y no se dormía, bajando y bajando por Facebook como si algo le importara lo más mínimo.

Sus grandes momentos del día habían sido reenviar aquel meme tan gracioso por waspp a todos sus  contactos que sabía que no se ofenderían con aquel humor y ver cómo triunfaba, como si tuviera algún mérito suyo.
Estuvo muy pendiente de los "double check" de aquella chica con la que flirteaba toda la tarde, imaginando hipótesis sobre si ella estaría jugando ese juego de veo y paso.
Caras sonrientes, cerveza chocando y confeti por la mañana al responder a un colega que le comento que tenía nuevo curro. "Jajajas" sin mover un músculo facial.
El medio día fue de Netflix con aquella basura que le embolizaba el cerebro de aquel modo que tanto le gusta. Ya iba por la sexta temporada.
Aprovechó el rato en el baño para "swipear" a la derecha todo lo que le dejó Tinder como si fuera pesca de arrastre.
Entro unas 10 veces en todo el día en Amazon para mirar los precios de su "wish list" y terminó comprando una batería externa que no necesitaba en un breve pero eficiente ataque de ansiedad consumista.

Ahora se había quedado dormido, el móvil a un costado con la pantalla en reposo emitía sin embargo un parpadeo luminoso, débil señal de que el tipo seguía vivo, de que al menos existía.

martes, 10 de abril de 2018

Granizo

Si la lluvia es tristeza y la nieve olvido entonces el granizo ha de ser desesperación.

Aquella tarde de abril el cielo cubría de desesperación la ciudad, el repiqueteo sobre el suelo de la plaza mayor era constante y rugoso, como el roce de una lija sobre una infinita superficie de madera. Los transeuntes abandonaban con cierta prisa el centro de esta para resguardarse de aquel golpeteo molesto, a excepción de un numeroso grupo que andaba, unos con paraguas otros sin él, aparentemente más preocupado de descubrir donde
estaban mientras que ojeaban un mapa de papel. Mapa que me pareció casi un anacronismo, una especie de guiño a un pasado menos tactil, quizás como parte de una experiencia shackletoniana en una antartida alegórica.

En los soportales una pareja caminaba aprovechando el resguardo con los paraguas en ristre, andaban y discutian con cierto brio sobre lo fútil de volver a sacar el artilugio cuando, porque una calle se cruzaba en su camino, el soportal desaparecia durante unos metros dejandoles a cielo abierto. Era una pareja moderna, él con su piercing en la nariz, su barba mullida y su pelo cortado a lo soldado yanqui de permiso en la WWII, cazadora verde y larga de loneta, pantalón vaquero ajustado hasta el tobillo y unas zapatillas tipo vans. Ella pelo liso, gafas de pasta grandes y carmin muy rojo, abrigo amplio y gris sin formas tipo jersey gigante, por abajo asomaban unos pantalones negros, tambien tobillo al aire y zapatillas de suela blanca y tela lisa negra. Eran en verdad muy modernos por todo, pero mi mente, a raiz de fijarse en sus paraguas, atemporales, obtusos ante el devenir de los tiempos modernos, los imaginó hace 20 años y 50 y 70 y hasta un siglo atrás. Eran una pareja paseando, combatiendo juntos este sinsentido que es la existencia con uno de los más ajados recursos de la humanidad, crear una historia.