domingo, 19 de junio de 2011

Fué todo demasiado bueno para mi.

No estoy, hace tiempo que no estoy, algunos, y con esto no quiero ser ególatra, ya se dieron cuenta de que me he ido, intuyen mi falta, ya no huelen mi aroma a humor estúpido de pasillo, ya no ven mi andar de puntillas, incluso alguno de ellos sin saberlo ha sido el último en echarme de una cabina, el último en decirme “oye, no te sobrará un atril” el último al que le contestaré “no, pero un piano si, si te lo quieres llevar”

Lo que ves no es más que un fantasma, una nebulosa triste que se mueve torpemente intentando imitar mi gesto, mi rutina, mi caduco yo de estos 4 años pasados, pasadísimos.

No sirve de nada que lo ate, lo grape o lo pegue, este globo se va rotundo, enérgico, fingiendo no mirar atrás pues ha aprendido a ser duro y no llorar, ha aprendido a masticar el dolor y escupirlo en silencio, lo lleva haciendo desde que tomó conciencia de que se iba, desde aquel preciso instante en que su masa comenzó a difuminarse, a desaparecer. Ha conseguido prolongar tanto una lagrima que los demás no han visto más que un brillo en su mejilla, no han visto más que días un tanto grises, sin entender que eran sollozos de un largo, largo lamento.

Doblo camisetas cuidadosamente, como si de cálidos corazones de trapo se tratara, corazones que me llevo, imitaciones de corazones que me dejo y que no puedo arrancar de aquí sin que se marchiten y mueran. Son como fui yo hace un tiempo, aun son de aquí, yo en cambio me voy con mis artificios de tela, con mis ruedas de maleta que hace mas llevadera una historia como la de tantos otros antes y después de mi, una historia que ahora solo puedo leer con demasiada pena.

-Ese espejo ya no me mirará más- Digo. Y al instante le veo llorar.