martes, 30 de septiembre de 2014

La amable mano muda de una dama indomable

Caminé por su mano, recuerdo que no había casi luz y recuerdo también que ella no huyo, se quedó allí, a mi lado.
Antes habíamos hablado, pero nuestras lenguas no dijeron nada importante de nosotros, y ahora allí estaba yo, viajando por su palma con mis yemas, efimera superficie, infinita planicie, todo en aquellas montañas y ecos en aquellos valles.

La noche había caído y así también se enredaba entre sus dedos, su tierna temperatura por contra me hacía sentir el más cálido de los veranos de mi niñez atravesando mis falanges, el mas acogedor sol de media tarde debajo de aquel toldo verde, ahora roido, que en aquel tiempo era nuevo.

No había muros en aquel país de suaves lineas, tan próximo todo que no se podía olvidar nada pero con la distancia justa para poder echar de menos.

Aquellas playas de vida latían bajo mis dedos y los mares de viento templaban aquellas arenas ardientes; me hubiera dormido allí, en aquella palma, en aquella noche.

Quiero jugar a soñar recordando que
cerró aquel paraiso alrededor de mi, intruso, y que por un instante no quiso dejarme escapar pero solo rememoro un vago momento en el que mi mano, como de repente, yacía colgando de mí, inerte y sola, y ella, aquella mujer santuario y universo se había ido.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Me despido

Soy de nostalgias pequeñas, de ver que será la última vez que abro esa puerta, que cierro ese grifo, soy de los que se despiden de las persianas bajandolas muy despacio como si de una bandera se tratara. De los que cuando se pone los zapatos mira a las babuchas dicioendoles "teneis que entenderlo" porque sabe que es un adios.

No te reflejas igual en todos los espejos, asi que también me despido de él, de mi.

El último desayuno aqui es una celebración silenciosa, un rito, esa taza vieja, esa cuchara que recuerdo elegir desde que era niño, cada engullida se lleva un pedazo de tiempo especial y me empuja hacia lo inevitable.

La ducha me abraza, se quiere despedir de mi, pero no para de llorar y no logra articular palabra, mis lagrimas se disimulan en su torrencial llanto y cuando me voy solo queda el vapor que aun estará allí unos segundos sin darse cuenta de que es lo que sucede, hasta que lo comprenda y también se eche a llorar.

La maleta no cierra para hacer que las cosas queden dentro, lo hace para no permitir que nada más de aqui venga conmigo y veo en sus dientes el demoledor guardian de mis pasos.

Suena una última vez el ascensor al llamarlo, última pulsación de un interruptor y de un corazón en aquel lugar, en aquel instante.

Alguanas calles me miran y reconocen su tristeza, otros edificios fingen no verme marchar para no ponerme más triste con su gris fachada y a algunos, aunque me duela, ni siquiera les importa, no me conocen o si, que más da.

El tren se va y siento que recogen la via tras de mi, no hay vuelta atrás, al menos ya jamás de la misma manera.