viernes, 28 de mayo de 2010

Dicen que son hombres.

Son hombres,
eso vienen diciendo,
crepúsculos en los ojos,
voces que aúllan como perros.

Son hombres, dicen,
de corazones movidos
por negras intenciones
teñidas también de miedos.

Observo moverse sus cuerpos
a espasmos rígidos e imprevistos
enloquezco queriendo entender
la esencia de ajenos gestos.

Unos se abrazan y ríen,
los hay juntos de la mano,
otros se cubren a besos,
todo es hermoso y lozano.
Al punto estalla el sonido
de mil yunques golpeados,
siento el aire enrarecido,
olor a esperanza quemada.

En violenta dentellada
se torna de repente el beso,
de la mano nace un puño
que golpea sin entendimiento,
el abrazo es ahora presa
en busca de robar el aliento.

Surge un brillo de la nada
de un hilo sutil reflejo,
observo y descubro decenas,
la realidad me deja perplejo.

Movidos todos aquellos
eran por estos hilos,
la muerte los tiene presos
los mueve con odio e ira,
envidia, rencor y malicia.

Sus almas envenenadas
con un trago de codicia
no ven mas allá del fuego
de bilis que les acaricia.

Y así mueren casi todos,
los vivos se creen vencedores
en un mundo de amor castrado
no hay con quien compartir los laureles.

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