-Tendrás que esforzarte más si quieres que te entienda- Siempre ese orgullo recio en sus palabras-
Él esbozó un gesto desalentado
-Simplemente confié demasiado en las leyes de Kepler sin conocerlas demasiado, no bastó. Durante un tiempo pensé que la bala solo necesitaba más tiempo pues tomó el camino más largo, pero está claro que la gravedad pudo con ella o que llegó sin suficiente fuerza o que simplemente tú estás blindada. Y a mi ya no me quedan más balas y si las tuviera creo que te dispararía de frente... ya no sé si ni siquera por amor... o odio, no lo sé, una vuelta al mundo ha bastado para encontrar luces y sombras, y ahora cuando te miro siento que estoy a punto de sentirlo todo; pero a la vez ya no siento nada, no te odio, no te amo y creo que te olvidaré.
Ella no respondió inmediatamente, quizás porque buscaba una parábola a
la altura, quizás porque le daba igual. Él tomó el silencio como
respuesta ya habitual, se levantó y se dirigió a la puerta, no miró
hacia atrás y no pudo ver una furtiva lágrima en los ojos de la
muchacha, estaba también demasiado lejos para escuchar el susurro
tembloroso en sus labios:
-Me heriste como nadie pensé que podía, y el orgullo habló, caminé herida sin mostrarlo, por no querer ser débil y ahora esta estupidez acaba de cercenarte para siempre de mi. Si tu supieras, si yo pudiera hablarte olvidando mi vanidad...
Pero sus dos lineas no volvieron jamás a cruzarse.
Fin
-Me heriste como nadie pensé que podía, y el orgullo habló, caminé herida sin mostrarlo, por no querer ser débil y ahora esta estupidez acaba de cercenarte para siempre de mi. Si tu supieras, si yo pudiera hablarte olvidando mi vanidad...
Pero sus dos lineas no volvieron jamás a cruzarse.
Fin
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